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Y un día, volvió el público visitante.

Después de cuatro años, los hinchas tallarines volvimos a sentir la emoción de visitar una cancha que no es la nuestra; visitar un barrio, un pueblo, que no es Remedios de Escalada. Después de cuatro años el sentimiento volvió a

Después de cuatro años, los hinchas tallarines volvimos a sentir la emoción de visitar una cancha que no es la nuestra; visitar un barrio, un pueblo, que no es Remedios de Escalada. Después de cuatro años el sentimiento volvió a viajar para seguir y alentar a nuestro equipo.

 

 

 

El domingo, bien temprano por la mañana, las inmediaciones del club se llenaron de hinchas albirrojos. Pero esta vez no era sólo los hinchas, no eran sólo las familias, las banderas, y los bombos. Estaban, también, los micros: Talleres volvía a jugar de visitante con público. Y así corrieron los minutos, llegaban autos con familias completas, traffics que poblaban grupos de amigos, distintos hinchas y socios que se sumaban a los micros; todos con un mismo destino, la ciudad de Rosario.

 

Para los hinchas el viaje de cinco horas, no fue molestia, más bien todo lo contrario. Lo único que se vivió en el camino a Rosario fue un clima de total algarabía, entre canción y canción se dejaba ver la ansiedad de todos y cada uno por volver a sentir estar en una cancha visitante, las gargantas ya, desde el micro, anticipaban la fiesta que momentos después se viviría dentro del estadio de Central Córdoba.

 

Faltaban minutos para las cinco de la tarde y la gente ya estaba dentro de la cancha. Visitantes a un lado, locales al otro. En el campo de juego, ambos equipos precalentaban. Pero una sola hinchada se escuchaba, y era la de Talleres. Los bombos, las trompetas, los aplausos, las voces eufóricas, todo junto conformaba una perfecta sinfonía de pasión y alegría. Y así fue durante todo el partido también, cuando durante los primeros minutos los locales no paraban de llegar a nuestro arco y parecía que, aunque el sol quemara fuerte, iba a ser una tarde gris para nosotros. Y el aliento siguió, y la garra del equipo apareció.

 

Finalmente, para el segundo tiempo llegó el desahogo y los centenares de hinchas albirrojos pudieron gritar, después de cuatro años, un gol de visitante. A partir de ahí, la fiesta que se vivió no la pudo empañar nada, ni siquiera la expulsión de Gnocchi. Mientras los jugadores bancaban la victoria con uno menos, la gente en la tribuna apoyaba al equipo; el aliento nunca se detuvo, las ganas de cantar fuera de nuestra casa habían sido contenidas durante mucho tiempo, y toda esa energía que se desató el domingo en Rosario pareció llegarles a los jugadores que se llevaron una victoria importantísima.

 

El partido terminó 1-0, el gol fue de todos, pero el autor material fue Maximiliano Rodríguez. Terminado el encuentro las combis, los autos, las camionetas y los micros volvieron a colmarse y las sonrisas invadieron las caras de todos los hinchas. Y sólo una reflexión es posible, que -como reza la canción- "somos locales otra vez".

 

 

Informe: Sofía Perini / Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Fotografía: Gustavo Farías / fotografíEsta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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